domingo, 16 de marzo de 2008

I. Introducción




Ver es un privilegio y el privilegio mayor de ver es ver cosas nunca vistas: Obras de Arte.


Octavio Paz. 1991



El Universo de signos con que Julio Galán construye sus obras no permite que el que se enfrente a ellas siga de largo sin un mínimo de reflexión. El dilema, la incertidumbre, surgen al verse confrontados a lo ilógico, al equívoco, a la ambigüedad, de los que el artista se vale para concederle un carácter propio a sus obras.

El objetivo del presente trabajo es realizar un análisis retrospectivo a lo que ha sido la carrera artística de Julio Galán. A través de la revisión de las exposiciones en las que sus obras fueron incluidas y lo que en su momento se dijo. Considerando una amplia muestra de su producción se irá reconstruyendo la historia individual del artista y el cómo se insertó en el “mundo del arte” logrando posicionarse nacional e internacionalmente. Hoy, quizá, en ambos ámbitos con igual importancia, lo que no fue así en sus inicios, cuando sus obras fueron acogidas con mayor apertura y dieron más qué decir a los críticos y curadores extranjeros que a los propios.

La carrera artística de Julio Galán comenzó en México cuando, en 1979, obtuvo el segundo lugar en un concurso regional que llevaba a cabo el Centro de Arte Vitro; ese mismo año se le concedió una mención honorífica en el Concurso Nacional de Artes Plásticas en Aguascalientes, y en 1981 fue merecedor del primer lugar de adquisición del Salón Nacional de la Plástica del Palacio de Bellas Artes (INBA). El los primeros años de la década de los ochenta se le realizaron exposiciones en galerías de Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México.

Un sentimiento de insatisfacción y de búsqueda llevó al joven artista a probar fortuna a la ciudad de Nueva York, precisamente en una época de efervescencia en la que otros artistas jóvenes y extranjeros se daban cita en esta capital, tanto en galerías, como en discotecas y clubes privados. Seis años de estancia en esa ciudad le permitieron ser reconocido por galeristas que encontraron en sus obras elementos que, si bien permitían definirlo como mexicano y heredero de una tradición, poseían otra serie de características que lo situaban a la altura de artistas contemporáneos que con mayor atrevimiento cuestionaban al arte, sus discursos y tratamientos tradicionales. Por esta razón, su obra fue llevada a galerías y museos europeos, llegando a ser seleccionada para formar parte de exposiciones tan importantes como Magiciens de la terre en el Centro de las Artes George Pompidou.

En 1990 regresó a establecerse en Monterrey; su currículum, tanto en exposiciones individuales como colectivas, era ya significativo, sobre todo si se piensa en su juventud y su corta carrera. De entonces a la fecha, sus obras han sido incluidas en un mayor número de exhibiciones tanto en el país como en el extranjero. Se le han realizado tres exposiciones retrospectivas. La primera en el extinto Museo de Monterrey, en 1987; la segunda en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, en 1993; y la más reciente, este año 2002 en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca.

En los libros y catálogos que dan cuenta de la Historia del Arte del Siglo XX, del Arte Contemporáneo, del Arte Latinoamericano y del Arte Mexicano, Julio Galán y sus obras forman parte ya. El arte último del siglo XX, Latin American Art of the 20th century, Historia del arte Iberoamericano, Arte de América Latina 1981–2000, México eterno arte y permanencia, un siglo de arte mexicano 1900 –2000, entre otros, confirman el lugar que ha alcanzado en la reciente historia del arte contemporáneo.

Si bien es cierto que la obra de arte como tal existe separada o en independencia de su creador, en el caso de Julio Galán llega un momento en que es difícil no hacer mención de ambos en mutua relación.

Los cuadros de Galán son auto referenciales, él utiliza su “representación” para construir imágenes ambiguas cargadas de signos. De igual manera, la presentación que el artista hace de sí mismo cuando se encuentra a la vista del otro, es una “representación” en la que todo él y en él se vuelve signo, creando entonces un juego de reflejos, artista-obra. Sin embargo, en muchos momentos la obra ha sido eclipsada por la fuerte presencia del “creador”.

Julio Galán gusta del disfraz, del performance; se pudiera, en forma simplista, etiquetarle como excéntrico, extravagante, ajeno a las repercusiones sociales que sus actitudes y actos pudieran acarrear. Hay más que eso, él sabe que es visto, es consciente de la mirada del otro y juega con el lugar en que se coloca, al travestirse evade la mirada, a la vez se burla, deconstruye y muestra su inconformidad hacia las convenciones sociales impuestas por un círculo social que, paradójicamente, le ayuda a posicionarse con su asistencia a las exposiciones y su afán coleccionista.

Cuando Galán expone, también se expone él mismo; organiza con cuidado el vestido, el peinado y los accesorios que usará. Planea su llegada, nunca solo, se rodea de personas que complementen su performance, hombres trajeados, mujeres elegantes. Él al centro mostrando una imagen subversiva, sin mirar a nadie, remarca la contingencia: todo lo que ven, es y no es.

Los que han seguido a Galán estos años ya lo esperan, no pasan a ver las obras hasta que no llega el artista, quizá “la obra” más llamativa de la noche. La prensa se encarga de registrarla, a través de la nota y las fotografías, al igual que se hace con las obras in situ.

Aderezando todo esto está la anécdota -la leyenda-: en torno al artista se han construido una cantidad de relatos que parten de su nacimiento mismo. El recién nacido que pasó una semana en el hospital con fiebre alta, por lo cual le apodaron “pollo” porque tenía la sangre caliente, como se dice, la tienen ellos. Los abusos en su infancia. El niño solitario que deambulaba por la galería de Guillermo Sepúlveda sin hablar, sólo mirando absorto las obras que ahí se exponían, y que un día desapareció para regresar diez años después ya con una cantidad de obras dignas de exponerse. Las penurias que tuvo que pasar en Nueva York. Hasta el empleado que se sacrificó voluntariamente al no poder soportar el dolor tras la muerte de la madre de Galán, y al que el artista le hiciera una obra como homenaje. Signo secreto (Chanito) 1999.

No se puede negar que todo esto seduce, en ocasiones más que la misma obra; el mundo del espectáculo nos ha acostumbrado a ello. Para muchos, el mundo en sí ya es un espectáculo. Lo público y lo privado perdieron hace ya tiempo sus respectivas dimensiones, entremezclándose, hoy se está tan acostumbrado a ello que ya ni se reflexiona sobre el asunto. ¿Quién conoce a Julio Galán? Evade a los fotógrafos, evade las entrevistas y cuando llega a acceder es bajo sus condiciones, travestido, acompañado o por escrito.

Si se está de acuerdo en que para definir un objeto como arte, en un sentido general, debe de existir la intención de crearlo como tal, las obras realizadas por Julio Galán adquirieron este status desde que las llevó a la galería o las envió a los concursos. La revisión que sigue intentará dar cuenta de cómo el arte de Galán ha sido visto dentro y fuera de México.

Nada surge de nada, y esto se puede ampliar al ámbito artístico. Para Luigi Pareyson[1] el arte es esencialmente innovación. Tradición e innovación están unidas en intimidad, por medio de la innovación la tradición se perpetua, innovar es construir teniendo como referencia lo ya hecho para continuarlo o para romper y distanciarse. Para Gombrich[2] la Historia del Arte se construye en diacronía y sincronía, es decir, relacionando lo que se va creando con sus antecedentes cada vez próximos y lejanos, sin olvidar que cada obra responde a la vez a su momento histórico. En el primer apartado de este trabajo se hará una revisión a la historia del arte mexicano reciente, tratando de delimitar el momento histórico en el que surge la producción de Galán, y sus antecedentes inmediatos.

“El arte último del siglo XX” tituló Anna María Guasch[3] uno de sus últimos estudios. Precisamente en este último arte es que se inserta Julio Galán con su obra. Un arte que refleja las características de su época, en la cual la “apertura” pudiera ser su signo distintivo. Al abrirse fronteras geográficas, al abrirse el espacio cibernético, voces que llevaban tiempo buscando ser escuchadas, sujetos que pedían ser vistos, han logrado su propósito en gran medida.

El arte es uno de los puntos de encuentro de todas estas voces e imágenes, “transterritoriales”, “multiculturales”, “híbridas”, “poscolonizadas” junto a las ya vacilantes voces hegemónicas. Éste se ha mantenido en mutua interrelación con diversidad de discursos teóricos, lo que ha dado nuevos matices a la Historia del Arte.

La producción de Galán durante todo este período ha sido expuesta, local, nacional e internacionalmente, pasando a formar parte de este nuevo concierto de voces e imágenes, como se analiza en el segundo apartado.

Posteriormente se analizarán los elementos de las obras que dieron lugar a que se le incluyera en una u otra exposición y que dieron pie a que se le etiquetara como naïf, kitsch, mágico realista o neomexicanista, entre otras. Se destacará la relación que su obra guarda con la tradición de la que es heredero, así como la que guarda con el momento en el que surge.

Finalmente se lleva a cabo una aproximación apoyada en los discursos que actualmente se revisan dentro de la Queer theory, los cuales, como se verá, permiten en este momento redefinir o más bien deconstruir el concepto de identidad: identidad ligada a lo nacional, a lo religioso, a lo étnico, a lo personal y que han sido abordadas por la obra de Galán de una u otra manera, permitiendo entonces tener un acercamiento integral y destacar “el sello” que pudiera caracterizar a la obra y al artista.









Universidad de Monterrey, septiembre de 2002.

[1] Luigi Pareyson, Conversaciones de estética, Visor, Madrid, 1987.
[2] E. H. Gombrich, Ideales e ídolos, ensayos sobre los valores en la historia y el arte, Debate, Madrid, 1999
[3] Anna María Guasch, El arte último del siglo XX. Del posminimalismo a lo multicultural, Alianza forma, Madrid, 2001.

3 comentarios:

benny dijo...

me facino que se hayan tomado el tiempo para hablar sobre este esepcional artista mexicano...........la obra de galan es impactante!!!

Iliana dijo...

Hola, hoy visité la exposición de J.Galán en San Ildefonso y me gustó mucho, las imágenes, las ideas, las frases, los colores, las texturas, todo me gustó, me alegra haber conocido su obra.

ramón flores dijo...

Me gustó mucho la exposición de Julio Galán en DF. Una de las mejores exposiciones a las que he ido. Su obra me transmitió tantas emociones.

Julio Galán es uno de mis pintores favoritos.

Ramón.